Ecotasa y empresarios: estrechez de miras.
Martín Andrés García Marí
Diario de Ibiza \ Miércoles, 6 de octubre de 1999
Desde que se inició el debate sobre la ‘ecotasa’ hay un cierto sector de la sociedad ibicenca del que nos llega siempre el mismo mensaje. Este no es otro que el de los empresarios. Su postura es bastante sencilla: están radical y abiertamente en contra. Algunas veces lo intentan argumentar y otras ni tan siquiera eso. Cuando se deciden a argumentarlo lo hacen con unos razonamientos tan poco elaborados y banales que uno no sabe si realmente ellos se los están creyendo o simplemente son una cortina de humo tras la cual esconder su miedo a todo aquello que signifique progreso.
El principal argumento que utilizan es que la ecotasa afectaría de forma negativa a la competitividad de nuestras empresas. Continúan con otras cuestiones como que sería muy duro para las familias, para el turismo de invierno, o que no existe una tasa parecido en ningún país desarrollado. Pues vaya unos problemas tan insalvables. Los menores de quince años podrían quedar exentos y la tasa sólo aplicarse de mayo a octubre (e incluso se podría doblar en julio y agosto). Están más preocupados en buscar problemas inexistentes que en encontrar soluciones minimamente válidas.
Si una tasa de tal tipo no se ha implantado en ningún lugar es porque en ningún otro lugar se dan las características que se dan en Baleares. Baleares es probablemente el destino turístico más desarrollado de Europa. Nosotros somos los que tenemos que ir marcando el paso, no siguiendo la estela de otras regiones. Además nuestra economía depende mayoritariamente del turismo y nuestras fronteras están perfectamente establecidas, cosas que no ocurren en la mayoría de regiones turísticas, y que harían mucho más fácil la implantación de una tasa de este tipo.
En cuanto al tema de la competitividad, si con los fondos de la ecotasa se consiguiese tan sólo quitar la mitad de los cables que ensucian nuestro cielo, nuestra isla ganaría entre un l0 y un 15% de atractivo turístico, mientras que nuestros precios no habrían subido más allá de un 1 o un 2%. Desde el inicio de los tiempos ese es el principio que rige la puesta en común por parte de los ciudadanos de unas cantidades para destinarlas a un uso general. Se les puede sacar más partido del que tendrían en las arcas particulares de cada uno de nosotros (eso es lógica y racionalidad, señor Sendino, no lo que aplica usted que se parece más a los deberes de un niño de l0 años). Lo importante es que supiésemos dar a esos fondos un uso adecuado de tal forma que al turista le cundiesen más que si se hubiesen quedado en su bolsillo.
Más que abogar por la implantación de la ecotasa, lo que trata de denunciar este escrito es la manera tan frívola, poco constructiva e irresponsable con que los empresarios han actuado ante la ecotasa. Su actitud es totalmente reaccionaria y más propia de empresarios decimonónicos que de modernos emprendedores que quieran plantarle cara al siglo veintiuno.
De todos los impuestos que de una forma u otra paga la empresa turística (Sociedades. IVA, IAE,…) y que se destinan a fines diversos -desde la defensa hasta la sanidad- este sería el único que de una manera total y directa actuaría sobre el marco en que el turismo se desarrolla, para intentar mejorarlo. Es decir un impuesto creado sólo y únicamente para el beneficio del sector turístico, y los empresarios no saben hacer otra cosa que gruñir y refunfuñar, sin dar ninguna alternativa minimamente constructiva.
Podrían haberse parado a reflexionar sobre cuestiones que son a todas luces más gruesas y difíciles. Como por ejemplo si es realmente necesaria una ecotasa, o quién decidirá cómo se emplean esos fondos. Se invertirán con criterios económicos o políticos. Cuál sería la mejor forma de instrumental izar la recaudación de la ecotasa, vía estancias o vía entradas.
¡Qué lejos queda nuestra cultura empresarial de la de otros lugares tan próximos geográficamente! Y que poco orgullosos nos podemos sentir los ibicencos de nuestra clase empresarial.
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